EL APORTE FEMENINO A LA LITERATURA NACIONAL: DEBATE ENTRE RODRIGO PESÁNTEZ RODAS Y CECILIA ANSALDO BRIONES.

EL OTRO ATENTADO CONTRA NUESTRA LITERATURA.

El Universo 6 V 90

por Rodrigo Pesántez Rodas

Este artículo que lo había anunciado cuando publiqué el primero en Noviembre del año pasado, denunciando las atrocidades que escribe el señor José María Valverde, catedrático español, sobre nuestra literatura, no quise que saliera por no herir susceptibilidades y talentos de quienes aun cuando sea como opinadores o comentaristas de nuestras letras, merecen respeto. Y no es que las irrespeto hoy en que me decidí a que saliera esta aclaración. No. Sigo respetando a todas y cada una de las personas que ejercen el oficio de escribir, aunque y en uso de ese derecho, ejerzo el mio de salir a defender lo que toda mi vida he amado y comprendido: la literatura de mi Patria, tejida a lo ancho y largo de su historia por los hombres y mujeres de indiscutible talento. Allí va.

En la revista «La Mujer», número 21, y que se edita en Quito, la Lcda Cecilia Ansaldo Briones, catedrádica de literatura de la Universidad Católica de Guayaquil, vierte unas declaraciones que lesionan gravemente la soberanía y el buen nombre de nuestro rol literario en el devenir de los tiempos. Me dolió sobremanera, sobre todo por venir de una maestra y mujer de talento y sensibilidad como es la Lcda. Cecilia Ansaldo. Sin embargo, debido a la poca circulación de la revista, creí más bien olvidar el asunto y no echar «carbón a la brasa». Más, con no poca sorpresa veo que el Lcdo. Calderón, difundidor de «materia combustible», ha reproducido dicha entrevista en el suplemento «La Liebre Ilustrada» en su edición del 8 de Marzo.

En aras de que no quede en la memoria de tanto ecuatoriano unas declaraciones más que incorrectas, atentatorias contra nuestra literatura, emitidas por la distinguida Srta. Ansaldo, me permito con todo el respeto que ella se merece refutarlas de la siguiente manera.

La Lcda Ansaldo al analizar la producción literaria realizada por mujeres, después de encarar y muy bien la situación social y cultural en que se ha desenvuelto la mujer en nuestro medio, dice que lo único que estudian nuestros alumnos en los programas es el «quejumbroso poema Quejas, de la Sra. Dolores Veintimilla de Galindo». No hay derecho a burlarse ni menospreciar con términos peyorativos la obra de nuestra primera poeta romántica. Herida en su sensibilidad por la asfixiante sociedad de su tiempo, más que por su fracaso matrimonial, no podía la poetisa entonar aleluyas ni hossanas. Debía de lastimarse la garganta y el alma para expresar su dolor y ese dolor bien cantado y elogiado nada menos que por Menéndez y Pelayo, como debe saber la Lcda Ansaldo, tenemos la obligación de respetarlo. Qué más se podía pedir a los románticos en su poesía? Asi no se quejaron en México, Manuel Acosta y Juan de Dios Peza?…No es también quejumbroso y adolorido el «Nocturno» del primero? Y sin embargo, estos poetas en su Patria son considerados como cantores nacionales, enjuiciados y valorados, queridos y respetados por todos quienes sabemos que el autor y su obra hay que juzgarlos en su tiempo, dentro de su proyección personal, su escuela literaria y el medio ambiente. Solo asi, es decir, cuando tomemos la perspectiva del lapso dentro de la valoración,  estaremos evaluando sincrónicamente a nuestros literatos. No es posible aplicar a la obra de la Sra. de Galindo técnicas estructuralistas (que también ya pasaron de moda) para codificarla y comprenderla.

A otra pregunta, la Lcda. Ansaldo responde en los siguientes términos, refiriéndose a las mujeres que han escrito literatura en el país: «Es decir que las que han escrito lo han hecho de manera mediocre y por eso pasan desapercibidas». ¿MEDIOCRE…? Acaso no ha leído la Srta. Ansaldo a una Aurora Estrada, la mujer poeta completa que ha dado el Ecuador y por cuya obra mereció la ilustre riosense disertar  y leer sus poemas en cenáculos a donde nunca llegarán las estructuralistas de nuestro tiempo? Doña Aurora pasó y repasó a la frontera de la inmortal fama y nadie podrá rasguñarla por más emponzoñada que fuesen las garras.

Y dónde dejar el puño y la letra de una Nela Martínez Espinoza, cuyo manojo de cuentos publicados en la década del 50 en revistas y diarios del Páis, necesitan una recopilación y un enjuiciamiento honesto. Sus escritos políticos, si bien tienen otro matiz, a veces, desbordan cauces literarios que hay que estudiarlos paulatinamente.

No se podría decir mediocridad a todo lo que escribió Mary Corylé en Cuenca. Muchas hojarascas, claro, estamos de acuerdo; pero la labor del crítico o del buen lector u opinador no es encontrar con fino tacto algún brote maduro en tantas cosas tiernas. Y por supuesto, negar el valor poético y poesía buena,  lcda. Ansaldo, a las que hacen Ana María Iza o Violeta Luna, es, perdóneme, estar ciega a la razón de una sensibilidad rica en manantiales de recursos estilísticos que afloran en muchos poemas de las autoras nombradas.

Parece ser que la distinguida catedrática de la Católica cree que solamente los reventones que salen de cada empolle tallerístico literario son buenos, pues solo asi se entiende que se niegue a Nela Martínez como buena escritora de prosa en «Los Guandos» -coautora con Gallegos Lara- y en cambio se cite a tres desconocidas señoritas que han publicado libros de no sé qué en la Casa de la Cultura del Guayas. Sólo asi para que se niegue a una Ileana Espinel, leída y aplaudida dentro y fuera del país, y en cambio se mencione en poesía a una señorita que nadie conoce.

Acaso no se está confundiendo evaluación con promoción?

Ojalá que estas sinceras objeciones mías dejen en el lector una esperanza y una razón para seguir amando y estudiando nuestra literatura de ayer y de hoy que, si en verdad no alcanza la estatura -muchas veces- a la que han llegado otros países, no es menos cierto que por ser el mensaje de nuestros coterráneos merece más de una razón para ser respetada.


RESPUESTA A UN COLEGA MUY PATRIOTA

El Telégrafo 18 V 90.

por Cecilia Ansaldo Briones.

 

El enfrentamiento de criterios ha dado lugar – a lo largo de la historia de la literatura universal- a profundas revisiones de tópicos, autores y obras, después de las cuales es la literatura misma la que ha salido ganando. El anquilosamiento se vulnera cuando una chispa inflama la materia y la dispone a la indispensable evolución. Con ese ánimo positivo quiero contestar a mi colega Dr. Rodrigo Pesántez Rodas, poeta, crítico y catedrático de la Universidad de Guayaquil, quien hace unos días declaró -en otro matutino de nuestra ciudad- que unos criterios míos sobre la literatura escrita por mujeres eran lesivos a la soberanía nacional.

La indignación de mi colega había sido producida por mis respuestas a una entrevista que me hizo el CIAM de Quito y que publicó en su órgano «La Mujer» el año pasado, a raiz de la convocatoria al concurso «El cuento feminista ecuatoriano» y para el que fui miembro de su jurado. Naturalmente, mis opiniones se basaban en conocimientos y estudio del área en cuestión -yo también, como él, me dedico de preferencia a la literatura ecuatoriana- a la luz de una preocupación teórica fundmental, que ahondamos académicamente en el seno del Grupo «Mujeres del Atico»: la crítica literaria feminista. Y como el asunto podría tornarse muy especializado, quiero reflexionar, nada más, sobre los objetivos y métodos de la crítica literaria, poco cultivada en nuestro medio y de señalada ausencia (recuérdese si no el reciente reclamo de mi compañero de página, Paco Tobar).

La crítica literaria se ejerce a diferentes niveles y siempre con una enorme responsabilidad individual. Consiste -como sostiene el maestro jesuita residente en Quito, Manuel Corrales, -en entregar «la historia de una lectura», la nuestra, de lector especializado y armado con una serie de herramientas para interpretar y valorar la obra literaria -estética en general-. La diferencia de niveles se explica en que el trabajo se hace para orientar al lector -desde el periódico, la revista- o para describir las estructuras internas del corpus poético a un sector más restringuido  de interesados, los estudiosos de las letras. La responsabilidad individual radica en que el analista está «situado» -en el sentido sartreano- en una específica circunstancia histórica y desde una muy concreta formación para su trabajo. Tal vez por esto de la formación, a los graduados en la Universidad Católica de Guayaquil en la carrera literaria se nos ha «estigmatizado» con el membrete de «estructuralistas», como si esa perspectiva de estudio fuese la única que nos ha servido para nuestros pronunciamientos sobre literatura, y no una más que -junto al formalismo, al «new Criticism», a la deconstrucción y, en los actuales días, a la semiótica- nos permite estudiar más los textos en si, que las buenas intenciones de los autores y sus adversas circunstancias para escribir.

Me vuelvo a apoyar en la idea del Dr. Corrales -profesor de la PUCE-para recordar que no existe la fórmula única, el método exclusivo para analizar literatura: «cada obra exige una adecuación singular del instrumental y aún la creación del instrumental mismo». Por tanto, la crítica de hoy quiere ser científica pero no absolutista; objetiva en lo posible, pero no rígida; desmitificadora pero no inflexible. Lo que si sostengo con mucha enteresa es que la crítica no puede ser «patriótica»; ese es un parámetro que no entra en el abanico del instrumental de análisis, aunque sea un valor que oriente desde la más alemental cotidianidad hasta los más caros ideales. La tradición literaria del Ecuador puede haber puesto en la cumbre a todos los escritores que sea,  pero cada generación de estudiosos tiene derecho a revisarlos con la riqueza de la perspectiva y sus recursos de análisis. De esa manera le debemos a los críticos y escritores de la década del 60 reconsideraciones sobre Mera y Montalvo, la resurrección de Pablo Palacio…¿Faltó al patriotismo Agustín Cueva que nos demostró que la novela CUMANDA recoge «el mea culpa» de la conciencia feudal? me temo que un afán de solidaridad nacional ha regado de generosos elogios a escritores mediocres, y que un espírtu patriótico ha encubierto lo que más profundamente era «amiguismo». Todos sabemos, por ejemplo, que el ánimo dinamizador de Benjamín Carrión llevó a «regalar» prólogos exaltadores a pirncipiantes que han sido devorados por el tiempo.

Yo soy la primera en proclamar -y mis ya numerosos ex alumos pueden testimoniarlo- admiración y loa a esa mujer batalladora que fue Dolores Veintimilla de Galindo, a su vida intelectual activa y desafiante que supo sonar su palabra propia en un medio hostil, pero igualmente estoy dispuesta  a demostrar en cualquier ámbito, que fue una poetisa de sgunda línea. Argumentar mis afirmaciones exigiría mucho espacio. La literatura ecuatoriana escrita por mujeres tiene valores, claro que si, pero ninguno de la altura de un Jorge Carrera Andrade, de un César Dávila Andrade, de un Efraín Jara Hidrovo, de un Jorge Enrique Adoum (autores cuyos méritos no se confirman con invitaciones a cenáculos sino con la trascendencia de su obra en si). Mi condición de mujer lamenta no poder poner un nombre femenino junto a ellos, pero mi profesionalismo crítico me lo exige. Y no creo faltar con ello a ninguno de mis deberes de ecuatoriana, mi respetado doctor Pesántez Rodas.

Un comentario en “EL APORTE FEMENINO A LA LITERATURA NACIONAL: DEBATE ENTRE RODRIGO PESÁNTEZ RODAS Y CECILIA ANSALDO BRIONES.

  1. La señora Cecilia Ansaldo creo yo también puede hacerse una autocrítica sobre su talento¿ verdad?, ¿Es de primera línea?,¿ de segunda línea?, ¿excelente?, ¿mediocre?, me encantaría leer su respuesta.

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